Desde el día 24 de febrero 4,75 millones de refugiados ucranianos cruzaron la frontera de Polonia, sobre todo mujeres y niños. Algunos se han ido hacia otros países de Europa, Estados Unidos y Canadá. Otros, después de un tiempo, han vuelto a su país, pero se calcula que unos 3 millones permanecen aquí. En toda Europa en estos momentos se calcula que hay unos 5,8 millones de refugiados ucranianos. Mujeres, madres con hijos, abuelas, chicas jóvenes… de un día para otro han dejado atrás toda su vida, sus maridos, padres y hermanos, todas sus pertenencias… y han emprendido un camino hacia lo desconocido buscando un lugar seguro, sin bombas y violencia.
Desde la Congregación de Hermanas Terciarias Capuchinas de la Sagrada Familia, a través de la comunidad de Polonia, desde el primer momento hemos respondido a la necesidad de dar refugio y ayuda a los que llegaban.
Y así, gracias a la generosidad de muchas personas e instituciones, primero hemos reformado nuestra casa, creando en ella tres espacios acogedores y cómodos para tres familias ucranianas (el primero de ellos lo teníamos listo ya el 26 de febrero, es decir, el tercer día de la guerra). Cada uno de los espacios cuenta con una parte de cocina, dormitorio y salón para crear una pizca de intimidad para cada familia. En diferentes momentos hemos convivido con una o hasta cuatro familias (en el momento más complicado han llegado a reunirse catorce personas refugiadas en nuestra casa).
Cuando el espacio en nuestra casa se terminó alquilamos tres pisos (pagando los alquileres y las facturas de agua, gas, electricidad, etc.) para otras familias que nos llegaron y a las que ya no pudimos albergar en nuestra casa. A unas y otras les apoyamos económicamente para que no les falte lo básico como alimentos, ropa, calzado o acceso a internet, es decir, el contacto con sus familiares en Ucrania e información. Pero también compramos muebles, lavadoras, frigoríficos y utensilios necesarios para una cierta comodidad.
En todo momento hemos intentando dar un poco de normalidad a sus vidas: celebrando juntos las fiestas ucranianas y polacas, los cumpleaños, ayudando con los trámites oficiales, en la búsqueda de trabajo para las mamás y abuelas o colegio para los niños… Y sobre todo escuchando sus miedos y compartiendo su dolor. En total son ocho familias con sus nombres e historias concretas que han estado viviendo (o continúan) en nuestra casa o alguno de los pisos alquilados.
La generosidad y confianza depositada en nosotras nos ha permitido también ayudar económicamente y con los bienes (medicinas, powerbank, leche específica para niños minusválidos, alimentos, productos de limpieza y aseo, cremas y alimentos para bebés, etc) a las instituciones y personas particulares de las que sabíamos que llevan la ayuda humanitaria directamente a las personas y zonas más afectadas por la guerra en Ucrania. Hemos apoyado de esta forma varios transportes humanitarios.
Al igual que a otras dos congregaciones de la familia franciscana que tienen sus comunidades en Ucrania, ya que sus conventos se han convertido todavía más, si cabe, en un lugar donde la gente y sobre todo los que huyen de la zona de la guerra llaman, diciendo: “Hemos oído que aquí podemos recibir ayuda”. Conscientes de que las mismas hermanas conocen mejor las necesidades concretas de cada lugar, de la población y de las personas que se refugian en sus conventos les hemos confiado una parte de los donativos recibidos y sabemos que ha sido gastada en alimentos, ropa, calzado, útiles de aseo, etc. repartidos posteriormente a los necesitados.
Aparte de la colaboración económica y acogida directa de los ucranianos, intentamos estar atentas en el día a día a las necesidades de los refugiados de nuestro entorno y colaboramos en forma de voluntariado con las instituciones y personas que organizan la ayuda (en un centro de tiempo libre para niños ucranianos, en la acogida de los refugiados en la estación de trenes, en un almacén donde llegan y se reparten gratuitamente alimentos, productos de aseo y ropa para los refugiados).
Las necesidades son grandes y tenemos el invierno por delante. Sabemos que la situación con las subidas de precios y posible falta de gas se hará muy complicada para muchas familias, tanto ucranianas como polacas y de muchos otros países… Aquí seguiremos aportando lo que somos y tenemos.
Nuestra ayuda no tendría tanto alcance sin la colaboración y la generosidad de tantas personas, Congregaciones religiosas, parroquias, colegios y diferentes Instituciones que han confíado en nosotras como mediadoras haciéndonos llegar su aporte económico.
Con total transparencia procuramos que vuestras aportaciones pasen directamente de vuestras manos a quienes de verdad lo necesitan.
GRACIAS A TODOS VOSOTROS POR VUESTRA CONTRIBUCIÓN A ALIVIAR TANTO SUFRIMIENTO.
Hermanas Terciarias Capuchinas de la Sagrada Familia de Wrocław, Polonia
Ursula, Milena, Bożena y Alicja