
Eran las siete de la tarde. Hora fijada y todas las Hermanas de la Provincia Nazaret estábamos ya frente al portátil, conectadas y con el vídeo y audio bien ajustados. Maravillas de esta tecnología que a veces incordia y a veces acompaña; a veces desconcierta y a veces asombra.
Todas las comunidades extendidas por España, así como las presentes en Bélgica, Italia, Eslovaquia y Polonia dispuestas a entrar en nuestro Santuario de Montiel, no para encerrarnos, sino para pedir la luz para transitar por estos nuevos tiempos, nuevos espacios.
Eran otros tiempos, allá en 1885, otras realidades, otra sociedad, pero, coincidencias de la vida, inmersas en otra terrible epidemia que también causó estragos, tanta muerte y tanta desolación. Fue entonces cuando aparecieron estas primeras mujeres, audaces, arriesgadas, entregadas y empujadas por un amor ardiente a Jesús y a los demás, las Terciarias Capuchinas. Fue entonces cuando Luis Amigó y Ferrer les preguntó quiénes se atrevían a acudir en ayuda de los infectados. Valientes. A cuatro de ellas les costó la vida. Heroicas, grandes mujeres.
Eso es lo que celebrábamos, una bonita efemérides. Por eso, no pudieron faltar las palabras de quien nos guía y gobierna, nuestra Superiora general, toda una sorpresa. También, de la Superiora provincial que nos convocaba.
Fue emocionante poder abrazarnos a la manera “nueva” de los abrazos. Juntas, volvimos a oír una pregunta similar: qué intuimos que nos pide hoy Dios, después de esta pandemia, o inmersas aún en ella.
Permaneceremos abiertas con el oído, los ojos y el corazón a esas nuevas llamadas y mientras encontramos la respuesta, sigamos respondiendo.
H. Juani M.